Tras pasar por Pjódveldisbaer y sus paredes y cubiertas de hierba, es fuerte el contraste, sin embargo también rezuman encanto estas casas con tejados pintados de rojo o verde; fachadas de colores, parecen estar hechas por un niño jugando con sus tacos de arquitectura.
La sensación es también de apertura a la calle, esos jardincillos con vallas de madera de muy poca altura, totalmente accesibles y que muestran la tranquilidad y seguridad de sus habitantes, algo que apreciamos por todo el país. Parece que el peligro por aquí no son los cacos sino esa naturaleza brutal de grietas humeantes que asoma por doquier.
También el urbanismo parece fruto del capricho, casas desperdigadas, sin orden... Sin embargo se ve armonía en ese caos aparente.
El pescador de bacalao |
Me encantan las fotos Feli,con Islandia he pasado un rato muy agradable, me ha hecho recordar el viaje.Yo me quiero ir otra vezzzzzzzzzzzzzzzzz
ResponderEliminarYo también quiero ir otra vez, Satur, jajajaja.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por verlo, me alegro de que te hayan gustado las fotos y de que te hayan traído buenos recuerdos.
Un abrazo